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Cerro de la Silla y Cañón de Matacanes (Media montaña AA y cañonismo)

Actualizado: 25 jul 2020

Fecha de la excursión: 31 de enero a 3 de febrero 2020.

Por: Jannú Casanova Moreno

En 2016, cuando recién había regresado a México, fui a Monterrey por asuntos de trabajo y quedé maravillado. En mi memoria infantil, Monterrey era un lugar al norte, árido y cuasidesértico. Para mi sorpresa, el lugar resultó más verde y boscoso que Querétaro. Pero, sobre todo, la ciudad está rodeada por afilados y hermosos cerros, entre ellos el de Mitras y el Cerro de la Silla. Me prometí que regresaría con más tiempo, a subir algunos de ellos. Así que, cuando Lety Covarrubias me invitó a subir el Cerro de la Silla, sabía que no me lo podía perder. Ya hacía un par de años el CEMAC Querétaro había ido a subirlo, y tuvieron una pequeña odisea, con rescate y todo. Por ello, Lety estaba un poco nerviosa al respecto pero, viendo la ruta en wikiloc (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pico-norte-del-cerro-de-la-silla-por-homero-18874341), me quedaba claro que era factible.


Decidimos volarnos el viernes de la chamba y agarramos vuelos bastante económicos por Viva Aerobús para aprovechar al máximo el puente del “5 de febrero”. Desde los primeros días de la planeación se había jugado con la idea de incluir un cañón. Inicialmente iba a ser guiado por Juanito, pero a fin de cuentas no pudo ir y Polen tomó su lugar. Tras un drama por una identificación olvidada, llegamos a Monterrey el viernes en la noche Lety, Fernando, Polen, Tere, Josué y yo (Jannú). Afortunadamente, tengo familia allá y mi primo Danao nos dio asilo y se apuntó a acompañarnos el día siguiente al Cerro de la Silla. Otro amigo que vive en Monterrey, Euth, iba a acompañarnos también, pero estaba demasiado enfermo de gripa, así que decidió darnos un rai pero no caminar. El punto de inicio de esta ruta es al final de la calle de Homero, dentro de una zona residencial. Nos sorprendió ver la caseta de vigilancia vacía y abierta, así que pasamos sin problema.


A las 7 am, apenas amaneciendo, iniciamos la caminata. Originalmente Víctor Ayala “el chiquilín” nos iba a acompañar. Él estaba en Monterrey por trabajo pero, al puro estilo suyo, no se levantó a tiempo así que se la perdió. Pasamos por el memorial de una persona que murió de deshidratación unos años antes, recordatorio de lo difícil que pueden ser las condiciones ahí en clima cálido. En enero, afortunadamente, la frescura del clima nos acompañaba y nos permitía disfrutar del ascenso. La roca del cerro es caliza, por lo que los escurrimientos de agua han formado estructuras agrestes e incluso filosas. Algunos decidieron usar guantes para protegerse sus manos, ya que en ocasiones era necesario usarlas para trepar un poco aquí y allá.


Uno de los pocos descansos con vista en la subida. Al fondo el Cerro Mitras. Foto: Fernando Ocampo Mendoza

La subida no da tregua, la pendiente es constante por esta ruta que básicamente sigue una arista que finalmente se pierde en la cara noroeste de la pirámide somital. Poca gente nos pasaba en nuestro ascenso y fue solo hasta la cumbre (11:00 am) donde notamos una multitud más grande (tal vez 20 personas). También sólo en este punto se hicieron totalmente visibles los impresionantes paisajes de este cerro. El Pico Norte, en el que estábamos parados, es la cumbre del cerro, con 1820 msnm. A nuestra izquierda se veía el Pico de las Antenas, con su escarpada arista y una altura reportada de 1750 m. A la derecha, el Pico Sur, también con 1750 m y con una arista aún más escarpada y que se antoja para una ruta en otro momento. Y enfrente de nosotros, exactamente atrás de por donde subimos una especie de cordillera larga, formada por dos costillas paralelas de cerros que se extienden más allá de lo que podemos ver con la bruma del día. También estoy seguro de que aquí se debe poder hacer una ruta de varios días muy hermosa. Las historias de Danao acerca de los demás picos que se ven alrededor, sobresaliendo entre las nubes, solo reafirman la idea, de que tenemos que regresar con más tiempo…. Mitras, Don Sapo….. y muchos más.


Las Covarrubias llegando a la cumbre norte del Cerro de la Silla y Danao recibiéndolas. Foto: Jannú Casanova Moreno
La hermosa arista hacia el Pico de las Antenas. Foto: Leticia Covarrubias

La impresionante vista hacia la parte de atrás del Pico Norte. Foto: Jannú Casanova Moreno

Salimos de nuestro ensueño y a las 11:45 comenzamos el descenso, pasando por el punto donde creemos que los compañeros agarraron el mal camino hace un par de años. Es una vuelta cerrada a la izquierda en la que, si uno no se fija, puede seguirse de frente por una vereda que se nota bien pisada. Durante el descenso, Fernando empieza a sentir los estragos de la fatiga y sufre un par de calambres. Danao le comparte sales de potasio y con eso se puede seguir. Como a medio camino encontramos a un par de personas que nos preguntan si no hemos visto a sus compañeros. No. Parece que más de uno agarra por el camino equivocado en ese descenso. Ellos se quedan a buscarlos y nosotros seguimos descendiendo para llegar a los carros a las 4 pm. Nos dicen que de hecho no se podía entrar hasta allá, pero tuvimos suerte en la mañana cuando no había nadie en la caseta.


Caminantes de otro grupo en un punto con cierta exposición. Foto: Jannú Casanova Moreno
Danao, quien fue un excelente anfitrión. Foto: Jannú Casanova
Lety y Fernando "disfrutando" el largo descenso. Foto: Jannú Casanova
El Cerro de la Silla, con la ruta aproximada que subimos. Foto: Fernando Ocampo Mendoza
Disfrutando una merecida carne asada. Foto: Leticia Covarrubias

En la tarde, y disfrutando una carnita asada al puro estilo regio en casa de Danao, se discuten los planes para el día siguiente. Matacanes va. Hace falta rentar una camioneta para trasladarnos hasta allá así que vamos al aeropuerto por una. Lo que no se sabe es si habrá transporte 4x4 para subir desde Las Adjuntas hasta el inicio del cañón. Nos despazamos hasta allá en la mañana, después de pasar por el Chiquilin y su amigo José, quienes ahora sí se levantaron a tiempo. Sin embargo, la falta de organización ahora sí nos pasa factura y, por no ser temporada de cañones, no hay transporte que nos suba (NOTA: Si alguien piensa ir fuera de temporada, puede contactar transporte con anticipación en https://www.facebook.com/adjuntasymatacanes/). Un poco desilusionados decidimos caminar río arriba desde el punto de salida del cañón para ver hasta dónde podemos llegar. Inicialmente el río es bastante amplio y podemos ir caminando por sus flancos. Después se vuelve necesario cruzar y empezamos a probar el frío del agua. Parece que no está tan mal como podríamos haberlo pensado. Varias personas, incluido Danao, nos habían prevenido de la baja temperatura en estas fechas.


Tere en una de las primeras pozas que encontramos río arriba. Foto: Leticia Covarrubias
Fernando, buscando cómo cruzar el río. Foto: Leticia Covarrubias

Seguimos río arriba y pronto se empiezan a cerrar más las paredes. Fernando, quien ha decidido sólo subir hasta donde no sea necesario mojarse, cada vez tiene que ingeniárselas más para encontrar un camino. Finalmente, llegamos a una pequeña cascada donde yo creí que ya no íbamos a poder pasar. Sin embargo, Polen encuentra un camino por la derecha que, aunque expuesto, es factible. Aunque yo me siento más o menos cómodo escalando en roca, el hacerlo en piedra mojada, con tenis y sin cuerda, es otro rollo. Me sorprende ver a Lety y Tere más cómodas y les digo que no pueden volver a asustarse escalando en yoyo, jajaja.


José en la última trepadita antes del lugar donde Fernando nos esperó y hubo que hacer la escaladita. Foto: Leticia Covarrubias
Preparándonos para meternos al agua. Foto: Leticia Covarrubias

En seguida pienso que valió la pena el terror de esa parte porque, una vez pasada esa cascada, empieza a haber pozas y el agua azul verde las hace ver muy bonitas. Tras unas pozas y trepadillas más, llegamos a la cueva, lugar que era nuestro destino. En realidad, no me la imaginaba tan hermosa. El rio cruza por debajo de la tierra por un tramo de aproximadamente 100 m. Recién pasando la entrada, la luz se cuela quién sabe por dónde y le da un color hermoso al agua, pareciendo una alberca iluminada por debajo. Llegamos al extremo superior de la cueva (donde entra el agua) y ahí decidimos retornar. Fernando está en la cascada de la escalada esperándonos y se está haciendo tarde. Bajamos rápido y casi sin incidentes, excepto por un salto en el que ni Tere ni Polen vieron una roca en el agua rebotada y Tere se lastimó su tobillo.


La entrada inferior de la cueva. Foto: Leticia Covarrubias
La entrada superior de la cueva, donde emprendimos el retorno. Foto: Leticia Covarrubias

Encontramos a Fernando y regresamos a buen paso a Las Adjuntas. Recuperamos nuestra camioneta y subimos la terracería aún con luz. Danao nos espera con pollos asados así que nos vamos a su casa para cenar. La noche trae pláticas de futuros planes y visiones de montaña y clubes. Nos dormimos y, más temprano que tarde, partimos al aeropuerto para regresar a Querétaro con nuestras respectivas raciones de carne seca. El avión vuela junto al Cerro de la Silla y podemos ver la ruta que hicimos dos días antes. Como suele pasar en la montaña, lo malo de subir una cumbre es ver las demás que hay detrás. Así surgen nuevos planes para los que habrá que hacer tiempo en algún momento. Monterrey tiene mucho que ofrecer y tenemos que regresar. Le agradecemos a Danao so infinita hospitalidad y a Euth el echarnos la mano con el raite. Hasta pronto.


El Cerro de la Silla y cerros circundantes desde nuestro vuelo de regreso. Foto: Leticia Covarrubias

Participantes:

Leticia Covarrubias Anaya

Jannú Casanova Moreno

Marco (Polen) Olvera Robledo

Fernando Ocampo Mendoza

Teresa de Jesús Covarrubias Anaya

Josué Torres Covarrubias

Victor Ayala

José Pedraza (invitado)

Danao Gaytán Casanova (invitado)

Euth Ortiz Ortega (invitado)

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