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cemacqueretaro

La Malinche por Ixtenco

Actualizado: 5 sept 2020

por Jannú Casanova Moreno

Fecha: 24-25 de agosto de 2019


Esta era una ruta que ya había tenido que cancelar un par de veces, una con mi papá y sus amigos, y la otra con el CEMAC Querétaro hace un par de meses. Esta vez estaba decidido a ir aunque el clima estuviera malo, aunque no llegáramos lejos, pero había que empezar a conocer. Afortunadamente el clima se veía mejor que las ocasiones anteriores y, la noche anterior, habíamos 9 personas anotadas. Desafortunadamente, mi papá y sus amigos no pudieron acompañarnos porque la fecha coincidió con el maratón de la Ciudad de México.


La noche anterior tuve problemas para dormir, tal vez por la emoción, tal vez por ser la primera vez que llevaba una salida de exploración con el CEMAC Querétaro (o sea nunca había hecho la ruta). Mi teléfono me despertó a las 6 am con una llamada de Lupita, quien me decía que ya estaba en el punto de reunión. Con toda la vergüenza y la prisa del mundo, rompí mi record y 15 minutos después de abrir los ojos estaba en el punto de reunión.


Y así salimos hacia la malinche 8 cemaqueros, ya que Josué tuvo que cancelar. Unas horas más tarde, llegábamos a Apizaco a desayunar a un restaurante recomendado por Victor que resultó estar en Huamantla. En su lugar decidimos probar uno del centro de Apizaco el cual le recordó a Tere que las pechugas pasadas no saben bien. ¡Guácala! Ya con la panza llena nos enfilamos a la caseta 5, lugar donde íbamos a dejar los carros, por un camino que yo iba siguiendo a sugerencia de Google. Pasando Pilares, el camino se volvió de terracería y unos minutos más tarde se volvió impasable para carros sin tracción en las 4 ruedas.


Victor afortunadamente también había buscado la ruta de acceso (eso es equipo, chingá) y mencionó que había un camino que unía la carretera que sube de Huamantla al Centro Vacacional del IMSS con la caseta 5. Regresamos a Huamantla y tomamos este camino el cual efectivamente nos llevó a nuestro destino (https://goo.gl/maps/w4WnRXkPDuGkoWcGA). Estos reveses serían un presagio de los vires clásicos de las salidas de exploración.


Le dejamos los carros a los guardabosques dentro de su construcción (no aceptaron un pago ni pa los refrescos) y empezamos a caminar, ya un poco tarde, alrededor de las 2 pm. La primera parte del camino era tal cual como lo esperábamos de la ruta de wikiloc que estábamos siguiendo (https://es.wikiloc.com/rutas-alpinismo/la-malinche-desde-ixtenco-13331958). Se sube primero por camino ancho, pasando la Estación Científica La Malinche y después el camino ancho hace algunas curvas que se pueden cortar con vereditas más empinadas. En esta parte, la ruta no tiene mucho pierde porque va siguiendo el fondo de una cañada.


La ruta tenía muchos hongos. Unos comestibles, que la gente local recolecta, y otros, como este, no tanto. Foto: Leticia Covarrubias

Después de un par de horas, cruzando el lecho del río, nos encontramos un grupo de la Cruz Roja que venía bajando después de hacer unas prácticas, con perro y todo. Nos platicaron que había nieve arriba y nos indicaron a groso modo cómo seguir el resto de la ruta. La descripción de un tramo en el que “había que cruzar callados para no desprender piedras de las paredes” me inquietó un poco ya que, por la escasa descripción de la ruta que encontré, no decidí solicitar cascos, aunque un par de participantes decidieron llevarlos por su cuenta (de nuevo, ¡bien equipo!).


El grupo de la Cruz Roja que cruzamos. Foto: Leticia Covarrubias

Seguimos subiendo por veredas que se ponían ligeramente cada vez más empinadas, esperando encontrar el “árbol caido después de la última caja de agua” que nos indicaría que deberíamos virar a la izquierda. Yo, de igual modo, iba monitoreando la ruta con el GPS y empecé a notar que nos desplazábamos un poco más a la derecha de lo esperado. Sin embargo, caminando en una cañada siempre hay más error en el GPS y no estaba claro si aún estábamos en la ruta o no. Llegamos a un pequeño “paraje” junto a un túnel y unas cajas de agua y tubos donde se veían restos de campamentos. En ese punto empecé a convencerme de que estábamos en la subcañada equivocada y deberíamos ir más a la izquierda.


Una pequeña ventana a un acueducto. Aquí acamparíamos una hora más tarde. Foto: Leticia Covarrubias

Intentamos cruzar la cañada en la que estábamos justo cuando empezaba a llover. La tierra mojada y el terreno de por sí de mala calidad hicieron que Tere primero, y luego yo, decidiéramos que no valía la pena continuar por ahí y emprendimos el regreso al paraje que acabábamos de pasar.


La pendiente que intentamos cruzar pero que decidimos no hacer por las condiciones. Foto: Victor García


No quedaba mucha luz y había gente ya cansada así que decidimos acampar ahí. No era un lugar muy ideal para las tres tiendas, pero de alguna manera las acomodamos con un poco de tolerancia a los deslizamientos propios de un terreno no perfectamente plano. Después de una cena más bien rápida, nos acostamos a recuperar fuerzas para el día siguiente, pues lo más inclinado aún estaba por llegar.


El domingo amaneció como amanecen las montañas en tiempo de lluvia. Un cielo azul y despejado que mostraba toda la belleza de las paredes de la cara este de La Malinche. Bajamos la cañada errónea en búsqueda del camino correcto.

Las paredes orientales de la Malinche, rojas por el amanecer. Foto: Jannú Casanova

Después de dudar un poco, pues la ruta del GPS mostraba una subida por una ladera no tan limpia, decidimos seguir la otra cañada (del lado izquierdo viendo la montaña de frente). Esta era la parte con las paredes altas a las que suponemos se referían los de la Cruz Roja con el riesgo de caída de piedra. Aunque tal vez el pasar callados es una exageración, decidimos pasar a paso ágil para reducir el riesgo de ser impactados por una roca.



Las paredes altas que es donde sospechamos que los de la Cruz Roja referían riesgo de caída de piedras. Foto: Leticia Covarrubias

Del otro lado, se veían las pendientes de pastizales y arenales rocosos que habíamos visto en las fotos de la ruta. Este es, hasta donde tengo entendido, en realidad el cráter del volcán. La vista era maravillosa, aunque algo intimidante por la constante pendiente hasta el collado. Lety y Jasmín (quien traía un gripón tremendo) decidieron esperarnos en una roca al inicio de la pendiente y el resto del contingente subió, a paso de penitente, la pesada cuesta. A la inclinación se sumaba lo molesto de subir en arenales rocosos, donde por cada paso que se sube, se baja medio.

Victor, “disfrutando” del ascenso. Al fondo, Lety y Jasmín esperándonos en la piedra que parece aleta de tiburón. Foto: Jannú Casanova Moreno



Pasando las 11 (nuestra hora de retorno) llegamos al collado el cual mostró vistas muy tentadoras de la arista y unos vallecitos con manchones de granizo en su cara posterior. Las ganas de visitar estos lugares, pero sin tiempo para poder hacerlo, nos hicieron prometer regresar. Víctor empezó a especular que debía haber un camino que subiera por esa ladera y concluimos que debíamos estudiar más los mapas de la zona en casa.


La hermosa vista desde el collado hacia la rampa por la que subimos Foto: Víctor García


Empezamos el descenso. Al inicio algunas personas iban temerosas de su paso en los arenales. Sin embargo, pronto le agarraron la onda a la técnica que yo conozco como ramasé (aunque al decir verdad no encuentro ninguna referencia a ese nombre). Deslizándonos a pasos largos descendiamos en minutos lo que nos tomó más de una hora subir. Una vez reunidos con Lety y Jasmin, emprendimos el camino hacia el sistema de cañadas por el que habíamos llegado. Un incidente con una piedra voladora que pasó cerca de Lety reafianzó la idea de que en esta ruta es muy recomendable llevar cascos y estar atento a las piedras en los tramos más inclinados.


Los chicos, ramaseando alegremente en el descenso Foto: Jannú Casanova Moreno

El descenso a los autos fue sin incidentes; tal vez demasiado, porque se nos hacía largo y el hambre empezaba a crecer. A las 4 pm llegamos a la pluma 5 y los guardabosques confirmaron la sospecha de Víctor: hay una vereda que sube por la ladera más eficientemente que por las cañadas. Con esta idea en nuestras mentes incitando nuestro regreso en invierno, nos fuimos a buscar algo de comer al albergue del IMSS (o las garnachas de afuera) y de ahí a Querétaro en una larga manejada. Gracias a todos por su compañía en esta salida que, sin lograr cumbre, si alcanzó su principal objetivo: explorar un lado poco común de la montaña que resultó extremadamente bello. Hasta la próxima.


Vistas de la parte alta de la montaña durante el descenso Foto: Jannú Casanova Moreno

NOTA: Por lo menos en tiempo de lluvias, esta ruta llevaba agua durante todo el tiempo que íbamos en la cañada. Aunque puede hacer falta un cordón para pescarla de algunos de los registros que se encuentran en pequeñas casetas a lo largo del camino, está disponible. Una vez en la ladera no se vio agua.



Participantes:

Teresa de Jesús Covarrubias Anaya

Jasmín Illescas

Víctor García González

María Guadalupe Rodríguez Jiménez

Patricia González Trejo

Jannú Ricardo Casanova Moreno (guía)

Irma Leticia Covarrubias Anaya (retaguardia)

Carmen Ángeles Prieto


El contingente, ya con hambre casi al final del trayecto Foto: Jannú Casanova Moreno

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