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Reseña de la Travesía San Rafael – San Agustín Atzompa, Iztaccíhuatl

Actualizado: 27 feb 2019

Fecha: 2-4 de febrero del 2019

Guía: Jannú Casanova Moreno

Retaguardia: Teresa de Jesús Covarrubias Anaya

Contingente: Víctor Ayala, Leticia Covarrubias


 

Reporte técnico, por Jannú Casanova Moreno


Usamos transporte público para transportarnos al punto de inicio y de regreso desde el punto final de la caminata. Los transportes más relevantes son el autobús de la línea Cardenales, del Metro Boulevard Puerto Aéreo a San Rafael, y el colectivo de San Agustín Atzompa a San Martín Texmelucan. En San Rafael contratamos una camioneta con el Sr. Abel Hernández, en el restaurante Los Ciruelos para llevarnos a Llano Alto (costó $1500). Acampamos la primera noche afuera del albergue del Téyotl y la segunda en el camino que desciende hacia San Agustín Atzompa y San Juan Tetla, pasando el centro conocido como La Forestal (me parece que es un campo experimental del INIFAP, pero no estoy seguro). Llegamos al punto final de la caminata alrededor de las 12:00 pm del lunes y emprendimos el regreso. A continuación se incluye una colaboración de una participante, editada por el guía.

La ruta que se realizó. Imagen: Jannú Casanova Moreno

 

Relato, por Leticia Covarrubias


El 02 de febrero salimos de la Central Camionera de Querétaro a las 5 am con destino a la Central del Norte de la CDMX y luego tomamos el metro hasta llegar al Metro Boulevard Puerto Aéreo donde tomamos un camión que nos llevó a San Rafael. Ahí nos bajamos casi a la entrada del pueblo y caminamos hasta poco antes del Parque Dos aguas donde, en el restaurante del papá de Luis Hernández, desayunamos, y le preguntamos a su papá que si sería posible que nos diera un aventón para ganarle al día y librar la parte considerada como “peligrosa”. Después de que nos dijera en un principio que no podía llevarnos porque no había llegado la Sra que hacía las tortillas, finalmente nos dijo que si nos llevaba pero que teníamos que esperar a que le trajeran la gasolina. A eso de las 13:30 ya estábamos en la camioneta listos para emprender la subida y tragar un poco de polvo. La aventura había comenzado: a las 4:45 íbamos en una Ford 2017 muy cómodos, a las 5:00 le bajamos a un camión Primera Plus, a las 8:00 ya íbamos en el metro (grandotote y rapidote), a las 11:00 en un camión Guajoloyet, a las 13:30 íbamos en la caja de una camioneta por ahí de los 70 y a las 14:00 ya comenzábamos a caminar con una mochila con comida para 3 días y todo lo del campamento.


Tere y Jannú, antes de ser empanizados de polvo en la terracería. Foto: Leticia Covarrubias

Íbamos a un paso que te permitía adaptarte a la altura y que nos dejaba admirar la tarde; nos hizo un clima de lujo. Desde el principio se veía que todo saldría muy bien. El guía nos había dicho que tardaríamos entre 3 y 4 horas a buen paso y que máximo tendríamos que hacer 6 hrs. Para nuestra fortuna hicimos 4 horas y llegamos con la luz de un precioso atardecer. En el camino encontramos a un par de chavos que nos recomendaron que si oíamos unas motos nos fuéramos al bosque porque eran sospechosos, que ellos ya lo habían reportado a los de la policía de montaña y que si veíamos la cuatrimoto eran los de la policía. También nos dijeron que había algo de gente en el albergue y que por la noche llegarían más porque le iban a dar mantenimiento al albergue Teyotl. Pudimos ver un peñón que le llaman “El Solitario” y un par de agujas “Los Yautepemes”


Tere en la subida; al fondo, la cabeza. Foto: Jannú Casanova Moreno.

Antes de llegar al albergue pasamos a una pequeña zona arqueológica que si mal no recuerdo los que estaban en el albergue nos dijeron que se llamaba “el cuadro”. El trayecto de subida de donde nos dejó la camioneta tiene 3 subidas pesadas, el resto es subir y bajar colinas; al final la altura y el peso de la mochila, al menos a mí me dejaron exhausta. Llegamos a las 6 al albergue y había 2 chavos del Grupo Alpino Tetehuari México que le estaban dando mantenimiento y además 3 personas más que iban solo al albergue (2 chicos y una chica). Después de platicar con ellos nos metimos y nos acostamos un rato para descansar y decidir si nos quedamos a dormir en el albergue o acampábamos.



Acampando afuera del albergue del Téyotl. Foto: Jannú Casanova Moreno.

Después de una hora más o menos decimos que lo mejor era acampar (el clima estaba riquísimo, no hacía aire, no hacía frio y el cielo estaba de lujo). Esperaban aproximadamente 15 personas más y no traían casa de campaña, así que serían al menos 20 adentro, hechos bola y con el aire muy viciado. Acampar fue la decisión correcta, Jannú saco su estufita y cenamos una rica avena caliente; descansamos a pierna suelta durmiendo desde las 20:00 a 7:00 hrs. El domingo 3 nos despertamos a las 7 am y nos preparamos a desayunar unas quesadillas con cochinita con una salsa arriera, una avena caliente y yogurth. A las 9 ya estábamos comenzando la subida al collado entre la cabeza del Iztaccíhuatl y el Teyotl. Esta subida se me hizo pesada, pero la vista estaba increíble y no te pesaba tanto; todo fue cuestión de agarrar el paso, lento pero seguro. Cuando terminamos la “subidita” nos esperaba una preciosa vista de una explanada con algunas rocas de buen tamaño, un pared de rocas del lado derecho y la vista sin igual de la cabeza y de uno de los pechos del lado izquierdo.



En el punto alto de la ruta: el collado entre la cabeza y el Téyotl. Foto: Victor Ayala

Ya se empezaban a ver algunas cascadas de hielo en el costado de la mujer dormida; estaban muy altas, pero a la hora que comenzamos a descender Jannú nos mostró unas que estarían a nuestro alcance y que podríamos llegar a ellas. Es un espectáculo impresionante, una sensación de pequeñez del ser humano y mucha tristeza de pensar que con el paso de los años estas pocas cascadas de hielo desaparecerán debido al cambio climático, añoranza por lo que personas antes que nosotros habrán visto. Ahí llenamos nuestras botellas de agua limpia y muy fresca y aprovechamos para unas fotos y comernos unos pedazos de hielo de-li-cio-sos.



En las cascadas congeladas. Foto: Victor Ayala

Leti comiéndose una estalactita de hielo XD. Foto: Teresa Covarrubias

Continuamos nuestro descenso escuchando todo el tiempo el correr del agua de la montaña, en partes se escuchaba con fuerza y yo creo que debe de ser por la presencia de algunas cascadas. Pasamos por 2 pasos con mucha pendiente, pero muy bien guiados y asesorados por Jannú (se ganó el respeto y la admiración de su contingente por el dominio, la confianza y la certeza de sus decisiones). Como el cansancio no había hecho mella en ninguno de nosotros, acordamos caminar hasta las 18 hrs y en ese punto comenzar a buscar un lugar donde acampar. Así le hicimos, pasamos la “Forestal” y avanzamos un poco más hasta encontrar un lugar adecuado, lejos de la carretera. Montamos campamento y procedimos a comer-cenar y a las 19:00 hrs ya estamos más dormidos que despiertos. El lunes nos despertamos como a las 7 am, desayunamos, recogimos campamento y procedimos a continuar nuestra caminata, la cual fue ya de tan solo 2 hrs (nos quedamos como a 5 minutos de la entrada al “Predio Ixtaccihuatl”) ya estábamos literalmente en la civilización, comenzaron a pasar algunas motos, algunas camionetas y ya se veía a lo lejos toda la montaña completa. Comenzaron los campos de árboles de ciruelos y de duraznos en flor (según nosotros), luego siguieron los campos de cebollas y finalmente los invernaderos de rosas de todos los colores.


Uno de los cruces de rio. Foto: Leticia Covarrubias

Llegamos a San Juan Tetla, Chiautzingo y entramos por la calle 5 Sur. Adelante iban Tere y Jannú, cuando salieron un par de perritos a ladrarnos y, como el dueño (Jorge) escucho que yo había gritado, salió y los calmó. Le di las gracias y preguntó que si veníamos de la montaña y le dije que sí. Me pidió que le mostrara fotos y nos pusimos a platicar unos minutos; le pregunté dónde podíamos tomar el camión que nos llevaría de regreso y me dijo que en la esquina. Le pregunté que donde podíamos conseguir algo de comida y dijo que acababa de pasar la fiesta de La Candelaria y que a ellos les había tocado hacer el mole y que aún tenían un poco, que pasáramos a comer con ellos. No nos quisieron cobrar porque nos dijo que por las fiestas a ellos les tocó dar la comida. Nos lavamos las manos y nos pasaron al comedor de su casa donde nos dieron un mole riquísimo, tortillas hechas a mano y cocas frías. Platicamos un rato con ellos y acordamos regresar en octubre para subir a los veneros (manantiales) que se encuentran a los pies del volcán. Ya con la panza llena y el corazón contento continuamos nuestro camino, esperamos el camioncito que nos llevó a San Martin Texmelucan para de ahí tomar el camión a CDMX y finalmente a Querétaro.


Gorreando el mole. Foto: Leticia Covarrubias

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